Ventas y Motivación.


UN PROYECTO FABULOSO
   El empresario nace, no se hace, es una verdad tan grande como cualquiera otra extraída de la sabiduría popular y que se expresa mediante refranes y dichos, que son formulaciones basadas en la experiencia y con una eficiencia en el lenguaje adecuada para guardarse en la memoria colectiva. Sin embargo, hay mucha diferencia entre su sola mención y su compleja vivencia; por eso se dice: del dicho al hecho, hay mucho trecho.
   Empecemos por el principio para acercarnos al personaje, al que podríamos llamarle Julio. Bueno, le conocí hace muchos años, cuando vendía joyas a comisión y, aparentemente, no tenía futuro. Sin embargo, unos años después me dio empleo en su pequeña empresa, cuando yo más lo necesitaba, y con eso he podido supervivir estos últimos once años. Ahora estoy en proceso de jubilación, y aunque mi sueldo siempre fue próximo al mínimo legal, me siento muy satisfecho, porque al menos tuve trabajo, y eso es lo más importante. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de Julio. ¿Cómo es él? Pequeño, gordo, robusto, de pelo rubio canoso y de ojos claros, casi siempre vivaces. Es obsesionado con su trabajo y le gusta estar en movimiento; puede pasar horas manejando su vehículo y haciendo gestiones interminables, sin llegar a cansarse. Alguna vez me mostró su licencia profesional; había aprendido a conducir de muy joven; es más, siendo todavía impúber ayudaba a sus vecinos a guardar sus carros en los garajes. Y le daban propinas. Empero, lo más importante es su vocación: él es un vendedor nato, y para eso el requisito fundamental es ser, o mejor, estar siempre optimista, sin importar lo adversas que fueren las circunstancias políticas y económicas que le rodearen.
   A este amigo no le gusta leer y creo que nunca ha leído un libro; tampoco lee los periódicos, pero ha compensado estas carencias con una multitud de viajes al exterior, y las entrevistas correspondientes, siempre en el ámbito de los negocios. Aunque nunca fue un buen estudiante, alguna ocasión, en la secundaria, había escrito una redacción sobre el tema: “lo que me gustaría hacer para ganarme la vida”. El profesor, un conocido poeta de la localidad, le felicitó, manifestándole que su propuesta hubiese querido hacerla suya cuando él era joven. ¿Y cuál fue?, le pregunte, intrigado. “Yo escribí que mi sueño era vender relojes debajo de un puente”…
   Hay personas a quienes puede tomar mucho tiempo llegar a conocerlas; a otras se las conoce de un vistazo; pero en todas hay un mundo interior. En una ocasión, una sola vez, tal vez pensando en voz alta, me dijo: “A mí me gustan las cosas difíciles; si esto (su trabajo) fuera fácil, no estaría aquí”. Debo reconocer que en ese entonces tuve mis dudas sobre el verdadero alcance de sus palabras, pero con el paso de los años me he convencido que no estaba faroleando. Julio es más bien reservado y austero, muy apegado a su familia, y creo que una de sus pocas aficiones es el fútbol. Este amigo es un hombre de acción más que de palabras, casi como una necesidad derivada de su temperamento; empero, cuando no actúa, suele hablar de sus proyectos y, por qué no decirlo, de sus sueños, quizás a manera de un desfogue. En más de una ocasión le he escuchado decir que tiene un “proyecto fabuloso”, poniendo énfasis en la última palabra. Una cosa es cierta: su trabajo es realmente difícil, y se necesita tener blindaje de acero, como él lo tiene, para poder soportar las adversidades.
   Su estreno como importador se inició con una dolorosa experiencia. Había viajado a Panamá para comprar joyas, pero allá descubrió que los pantalones vaquero (jeans) eran por demás baratos; así que hizo una sencilla comparación: “Con el dinero que tengo puedo adquirir un puñado de joyas o algo así como mil jeans”. Y prefirió lo mayor, pero su decisión fue un impulso arriesgado, porque al llegar a Quito le confiscaron toda la mercadería. “Lo peor para mí era que mi padre llegara a saber que tenía un hijo contrabandista”, comentó. Cuando empezó como importador formal, es decir, con todo en regla, también tuvo un incidente traumático; ese día había logrado sacar de las aduanas su primera mercadería; así que debía organizar las ventas para abrir el mercado. En esas circunstancias se presentó un individuo que le ofreció comprar todos sus artículos, y, de paso, le contó una historia convincente sobre su divorcio y la razón de su urgencia. Para no alargar, Julio hizo un rápido análisis sobre su disyuntiva: “Comercializar esto me tomaría al menos seis meses. Este señor me ofrece comprar todo de contado; entonces, acepto su oferta”. El problema estalló al día siguiente, cuando en el banco le dijeron que el cheque era falso… Estas cosas, en lugar de disuadirle, como ocurriría con el común de los mortales, le hicieron más empeñoso y perseverante en su trabajo. Unos años después, yo ingresé a su empresa y puedo narrar como testigo presencial otros episodios. Aquella ocasión, Julio apareció con dos nuevos vendedores, uno alto, que se las conocía completas, y otro pequeño. Según este amigo, ambos vendedores eran de primera, y de acuerdo con la versión de los interesados, en la empresa donde antes habían trabajado, ellos tenían la exigencia de cumplir con mínimos de ventas, sin importar el nivel de los inventarios. Esto le sentaba a Julio como caído del cielo, ya que uno de sus problemas era precisamente quedarse sin productos “activos”; es decir, solo con huesos, hasta la próxima importación, asunto que mortificaba a los clientes y a los vendedores. A los seis mese se descubrió la estafa hecha por el tipo alto… El pequeño duró unos años más, pero también salió con deudas. En realidad, debo decir que yo me di cuenta de la situación desde el principio; el tipo alto era un pícaro contumaz, como algunos ejemplares que yo había conocido en la burocracia, pero me abstuve de hablar, por dos motivos: Julio estaba exultante y ellos venían con una muy buena recomendación.
   Julio arrendaba un edificio y sus relaciones con los propietarios eran excelentes. Una ocasión le escuché cuando conversaba al teléfono. “Sí, hermano, estoy de acuerdo que me subas (el arriendo), pero no mucho, y espérate hasta enero, verás que todavía falta”. Entiendo que el otro habría aceptado. La casa era vetusta, así que Julio la modernizó para hacerla funcional con sus requerimientos. Casi siempre disponía de un obrero para reparaciones menores como las frecuentes roturas de las tuberías de agua. Una cosa me impresionó al comienzo: Julio le daba una importancia excesiva al mantenimiento. Todos los años, con la seriedad de un ritual religioso, se encargaba de pintar todo el edificio.
   Es menester resaltar que, por fin y tras larga brega, dispone de un edificio propio. Epifanía es cuando las oportunidades llegan en tropel. Sobra decir que quedó endeudado hasta la médula, pero en unos años terminaría de pagar. Para los propietarios de la casa vieja, su salida fue como perder una mina de oro; así que, ni cortos ni perezosos, le demandaron una indemnización por supuestos daños a su propiedad. De lo que conozco, es la única ocasión en que Julio contrató a un abogado. En la audiencia, éste se limitó a decir: “Mi cliente hizo todas las ampliaciones, de común acuerdo, durante el primer año. Él permaneció allí por más de diez años”.
   Esta semblanza quedaría incompleta sin la siguiente anécdota: un día, un policía lo quiso llevar detenido por una supuesta infracción de tránsito. Julio comprendió  que el tipo quería dinero, pero como él es enemigo de pagar sobornos, exclamó: “¡De aquí no me muevo!”, y bloqueó las puertas y ventanas, y empezó a fumar… El policía corrupto, que también estaba cabreado, tuvo que abandonar el vehículo luego de una larga hora de espera, no sin antes lanzar una procacidad. Este amigo hubiese podido resistir todo el día.
   Julio es una persona que sabe acomodarse a las circunstancias tal y cual una esfera cuando rueda, porque  siempre queda en la misma posición. A él le da igual que llueve, truene o relampaguee. Varias veces le hemos escuchado afirmar que la competencia es cruel y que hay que buscar un “plus” en el mercado. Gracias a sus contactos en el exterior, espera fabricar algunos artículos, mientras que otros él seguiría importando, pero con marca propia; de todo esto agradece a las políticas de Gobierno; sin embargo, por el cambio de líneas, este año cayeron las ventas. Es como si nos hubiésemos apeado de una carreta en movimiento, en un camino fragoso, e intentásemos acertar con el lazo a unos caballos sueltos en un descampado. Por el momento, no tenemos ni lo uno ni lo otro. “Veo la luz al final del túnel”, suele repetir Julio, que ama a su empresa solo un poco menos que a sus familiares más cercanos. Cuando se escuchaba que el Presidente había hecho una demanda millonaria, por daño moral, a una conocida empresa, Julio se sintió conmocionado. “Yo, en su caso, me arrodillaría y le pediría perdón. Sería terrible para mí que me quitasen esto”, dijo con tristeza, señalando a su alrededor; luego, mirándome con fijeza, me espetó: “Es igual que te prohibiesen escribir”… “Me fregarían”, le respondí. Este amigo se había enterado, no hacía mucho, de mi afición. En aquella oportunidad, afirmó: “Por fin comprendo tu mundo”.
   Cada vez me convenzo más que este amigo es un optimista incorregible. El otro día llegó a la oficina con un certificado bancario para alguna gestión. “Observa los datos”, expresó, al tiempo de entregarme el documento. Aunque sus palabras contenían un ligero dejo de ironía, él mantenía su típico entusiasmo. El banco certificaba que el promedio de su cuenta en el periodo registrado era de tres dígitos altos… de sobregiro. “Eso se llama tener confianza en el cliente; no es con todos; me siento privilegiado”, dijo, con una amplia sonrisa.
   Yo estoy jubilándome y me marcho. Si alguna vez nos encontramos; él, de seguro, continuará obsesionado en la búsqueda de algo fabuloso; mientras que yo seguiré con mis reflexiones, porque así nacimos. Es común que juzguemos a los otros según nuestra propia condición. Aunque todo está en el diccionario, una cosa es la teoría y otra es vivirlo. Respetar, respeto es saber valorar el mundo interior de cada uno.


CARLOS DONOSO G.



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El día de hoy comparto con ustedes una pequeña presentación que hice en el año 2003 para una charla que dí en la ESPE, sobre emprendimiento y sobre el como las experiencias buenas y malas nos dejan enseñanzas de las cuales debemos aprender y sobreponernos, lógicamente la diapositiva es aburrida si uno la revisa cuadro por cuadro, pero cuando uno contagia liderazgo y amp puede llegar a ser de gran ayuda.

Les dejo el día de hoy con una frase que siempre me gusto, la frase a la que haré mención pertenece a Henry Ford, “Si crees que puedes, o crees que no puedes, estás en lo cierto”.




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El elefante encadenado.

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacia gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: <>

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y solo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mi, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible, para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…

«Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que no podemos hacer miles de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, lo intentamos y no lo conseguimos.

Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca lo podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso ya nunca más lo volvimos a intentar.
Tu única manera de saber si puedes conseguirlo es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón… ¡todo tu corazón!»


Extracto del libro DÉJAME QUE TE CUENTE de Jorge Bucay.



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Como se abrió el camino.

En el Jornalinho, de Portugal, encuentro una historia que nos enseña mucho respecto a aquello que escogemos sin pensar:
Un día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, líder de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí.
Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero, entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro. Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el peor posible.

«Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía, al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto, sin preguntarse nunca si aquélla es la mejor elección.»
PAULO COELHO




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Las Naranjas.

Juan trabajaba en una empresa hace dos años. Siempre fue muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que en dos años nunca había recibido una amonestación. Cierto día buscó al gerente para hacerle un reclamo:
--"Señor, trabajo en la empresa desde hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido postergado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo 6 meses y ya ha sido promovido a Supervisor."
"--Uhmmm!" --mostrando preocupación le dice el gerente-- "Mientras resolvemos esto, quisiera que me ayudes a resolver un problema. Quiero dar fruta al personal para la sobremesa del almuerzo de hoy. En la bodega de la esquina venden fruta. Por favor averigua si tienen naranjas."
Juan se esmeró en cumplir con el encargo y en 5 minutos estaba de vuelta.
--"Bueno, Juan, ¿Qué averiguaste?
--"Señor, tienen naranjas."
--"¿Y cuánto cuestan?
--"¡Ah!....No pregunté por eso"
--"Ok, ¿pero viste si tenían naranjas suficientes para todo el personal?" --preguntaba serio el gerente.
--"Tampoco pregunté por eso, señor."
--"¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?"
--"No sé señor, pero creo que..."
--"Bueno, sientate un momento..."
El gerente tomó el teléfono y mandó llamar a Fernando. Cuando se presentó le dio la misma instrucción que le diera a Juan y en 10 minutos estuvo de vuelta. Cuando retornó, el gerente le preguntó:
--"Bien Fernando, ¿Qué noticias me tienes?
--"Señor, tienen naranjas, lo suficiente para atender todo el personal, y si prefiere, también tienen bananas, papaya, melón y mango. La naranja está a $1,5 el kilo, la banana a 2,20 la docena, el mango a $0,90 el kilo, la papaya y el melón a $2,80 el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidad, nos darán un descuento del 8%. He dejado reservada la naranja pero si usted escoge otra fruta debo regresar para cambiar o confirmar el pedido."
--"Muchas gracias Fernando, pero espera un momento."
Se dirige a Juan, que aún esperaba estupefacto al escuchar el informe de Fernando, y le dice:
--"Juan, ¿me decías algo?
--"Nada señor, eso es todo, muchísimas gracias, con su permiso..."





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La segunda palabra mas poderosa del mundo es "YO", la primera "NOSOTROS".

Con esa frase es que decido crear esta sección, aquí publicare una serie de técnicas, tácticas y estrategias con el objetivo de mantenernos motivados, seguir luchando y alcanzar la perfección. Para ello quiero empezar por una historia.

Era el año de 1935, en la selva del Perú, a petición del gobierno local se decidio montar una expedición a lo mas profundo de la selva peruana, en busca de lo que creian era la ciudad del oro, el grupo fue formado improvisadamente, sin embargo tenían excelentes profesionales dentro de ese grupo. El total era de casi 20 personas entre científicos, exploradores y cargadores quienes partieron a principios de junio para evitar el monsón, el clima era favorable y la expedición avanzaba a pasos agigantados, pero de un momento a otro el clima cambio, las lluvias no cesaban y las enfermedades tropicales hicieron lo suyo, ciertamente las cosas no estaban saliendo bien, la expedición fue diezmada casi en su totalidad, quedando apenas 6 personas, estaban a punto de rendirse y echarse para atrás, "preferible regresar a que todos terminemos muriendo en esta selva", esa frase la dijo uno de los lideres de la expedición; pero las ganas de explorar eran mas grandes. El sol y la humedad agobiaban las ropas de los científicos, mientras los cargadores se abrían paso con machetes y hachas. De pronto un sonido estridente se escucho, el machete de uno de los cargadores se había topado con una estructura de piedra. Uno de los científicos se acerco y ante sus ojos se visualizo una especie de pirámide con un escrito en uno de sus muros, era un idioma muy extraño, aparentemente nadie sabia lo que significaba, cuando uno de los exploradores se acerco y descifro el código leyó en voz alta el mensaje "quien se atreva a entrar a la casa del Dios muerte, sufrirá en carne propia la maldición de todos los espíritus que yacen a los pies de la diosa del dolor"; ante eso todos quedaron en shock, si bien no eran creyentes en maldiciones, pero el viaje tan largo y la situación les obligaba a meditar un poco sobre aquella inquietante frase. Hicieron una votación y decidieron que avanzarían un poco mas y que a su regreso entrarían a la pirámide. Varios días después el sonido estridente se volvió a escuchar, era otra construcción, el procedimiento se repitió pero esta vez con un resultado distinto, cuando el explorador se acerco leyó una frase distinta: "quien entre a la casa del Dios de la vida, recibirá tesoros y vida eterna, el gozo y la paz sera su elixir"; al escuchar eso todos empezaron a entrar a la pirámide, dentro de la cámara principal había tesoros, piedras preciosas, joyas, y muchas mas cosas que apenas pudieron cargar para regresar a la civilización. Cuando llegaron a Lima, una multitud de reporteros y periodistas los esperaba, la primera pregunta fue para el explorador que descifro los códigos, uno de los presentes pregunto: que era lo que decían los escritos de las pirámides?, ante lo cual el explorador respondió que en ambas pirámides decía exactamente lo mismo, que al entrar maldiciones y muerte les rondaran. Al terminar la rueda de prensa los otros se le acercaron molestos a reclamar el por que de la mentira, ante lo cual el explorador les dijo "si yo hubiera dicho la verdad, ustedes hubieran entrado?"

El mensaje de esta historia, es que muchas veces nos dejamos vencer por una creencia, por un paradigma o por algún reto, sin siquiera darnos cuenta lo que podemos encontrar mas allá de lo que vemos... a veces no nos damos cuenta de nuestras capacidades y nos subestimamos.

"Si te caes 7 veces, levántate 8" (proverbio japones)